Un hermoso final para la vida de una estrella
12/7/2013 de Chandra
Las estrellas como nuestro Sol pueden volverse extremadamente fotogénicas al final de su vida. Un buen ejemplo es NGC 2392, situada a unos 4200 años-luz de la Tierra. NGC 2392 (conocida como la Nebulosa del Esquimal) es lo que los astrónomos llaman una nebulosa planetaria. Este nombre, sin embargo, es engañoso ya que las nebulosas planetarias realmente no tienen nada que ver con planetas. El término es simplemente una reliquia histórica ya que estos objetos tenían la apariencia de discos planetarios para los astrónomos que primero las observaron a través de pequeños telescopios ópticos.
Al contrario, las nebulosas planetarias se forman cuando una estrella agota todo el hidrógeno de su núcleo – una fase por la que atravesará nuestro Sol en unos cinco mil millones de años. Cuando esto ocurre, la estrella empieza a enfriarse y expandirse, aumentando su radio entre decenas a centenares de veces su tamaño original. Al final, las capas exteriores de la estrella son alejadas por un viento con una velocidad de 50 000 kilómetros por hora, quedando un núcleo caliente. Este núcleo caliente tiene una temperatura superficial de 50 000 grados Celsius, y está expulsando sus capas exteriores en un viento mucho más rápido que alcanza los seis millones de kilómetros por hora. La radiación de la estrella caliente y la interacción de su viento rápido con el viento más lento crea la compleja y filamentosa cubierta de una nebulosa planetaria. Eventualmente, la estrella residual colapsará, formando una estrella enana blanca.