Estudio en escarlata
29/4/2014 de ESO
Esta nueva imagen, obtenida por el instrumento WFI (Wide Field Imager) que se encuentra instalado en el telescopio MPG/ESO de 2,2 metros (en el Observatorio La Silla, en Chile) muestra una nube de hidrógeno llamada Gum 41. En el centro de esta poco conocida nebulosa vemos cómo las estrellas jóvenes calientes lanzan su energética radiación, haciendo que el hidrógeno de su entorno brille en esa característica tonalidad rojiza. Crédito: ESO.
Esta nueva imagen, obtenida desde el Observatorio La Silla de ESO, en Chile, nos muestra una nube de hidrógeno llamada Gum 41. En el centro de esta poco conocida nebulosa vemos cómo las estrellas jóvenes calientes lanzan su energética radiación, haciendo que el hidrógeno de su entorno brille con esa característica tonalidad rojiza.
Esta zona del cielo austral, en la constelación del Centauro, alberga numerosas nebulosas brillantes, cada una de ellas asociada a estrellas calientes recién nacidas formadas a partir de nubes de hidrógeno. La intensa radiación de las estrellas recién nacidas excita los restos de hidrógeno del entorno, haciendo que el gas brille en tonos rojizos, típicos de zonas de formación estelar. Otro ejemplo famoso de este fenómeno es la Nebulosa de la Laguna, una enorme nube que refulge en tonos escarlata muy similares.
La nebulosa de esta imagen se encuentra a unos 7.300 años luz de la Tierra. El astrónomo australiano Colin Gum la descubrió analizando fotografías tomadas desde el Observatorio de Monte Stromlo, cerca de Canberra, y la incluyó en su catálogo de 84 nebulosas de emisión, publicado en 1955. Gum 41 es, en realidad, una pequeña parte de una estructura mayor llamada Nebulosa de Lambda Centauri, también conocida con el exótico nombre de Nebulosa del Pollo Corredor. Gum falleció en Suiza en 1960, con tan sólo 36 años, en un trágico accidente de esquí.
En esta imagen de Gum 41, las nubes parecen ser bastante gruesas y brillantes, pero es una apariencia engañosa. Si un hipotético viajero humano pudiese llegar hasta esta nebulosa y atravesarla, es muy probable que no la percibiera — incluso en espacios reducidos — porque es demasiado débil para que el ojo humano pueda detectarla. Esto nos ayuda a explicar por qué este enorme objeto ha tenido que esperar hasta mediados del siglo XX para ser descubierto: su luz se expande débilmente y el resplandor rojizo no puede detectarse adecuadamente en el rango óptico.