Las tormentas solares pueden haber sido clave para la vida en la Tierra
25/5/2016 de NASA / Nature Geoscience
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La Paradoja del joven Sol débil: las tormentas solares pueden haber sido clave para la vida en la Tierra. Crédito: NASA Goddard.
La adolescencia de nuestro Sol fue tormentosa, y nuevas pruebas demuestran que estas tormentas pueden haber sido precisamente la clave de la vida tal como la conocemos.
Hace unos 4 mil millones de años, el Sol brillaba sólo con unas tres cuartas partes del brillo que vemos hoy en día, pero en su superficie se producían erupciones gigantescas que escupían enormes cantidades de material solar y de radiación al espacio. Estas potentes explosiones solares pueden haber proporcionado la energía crucial necesaria para calentar la Tierra, a pesar de la debilidad del Sol. Las erupciones podrían también haber proporcionado la energía necesaria para convertir moléculas simples en moléculas complejas, como el ARN y el ADN, que eran necesarias para la vida.
«En aquella época, la Tierra recibía sólo un 70 por ciento de la energía del Sol de la que le llega hoy en día», comenta Vladimir Airapetian, director del estudio. «Esto significa que la Tierra habría sido una bola helada. Sin embargo, las pruebas geológicas indican que era una esfera caliente con agua líquida. Llamamos a esto la Paradoja del joven Sol débil. Nuestra nueva investigación demuestra que las tormentas solares podrían haber sido fundamentales en el calentamiento de la Tierra».
Los científicos pueden componer la historia del Sol buscando estrellas similares de nuestra Galaxia. Colocando estas estrellas en orden según su edad, construyen una línea temporal de cómo evolucionó nuestro Sol. Es a partir de datos como éstos que los científicos saben que el Sol era menos brillante hace 4 mil millones de años. Estos estudios también demuestran que las estrellas jóvenes a menudo producen fulguraciones, explosiones gigantescas de radiación y luz, parecidas a las fulguraciones que vemos hoy en día en nuestro Sol. Tales fulguraciones van acompañadas de enormes nubes de materia solar, llamadas expulsiones de masa de la corona, que son enviadas al espacio.
Aunque nuestro Sol todavía produce fulguraciones y eyecciones de masa de la corona, ya no son tan frecuentes ni intensas. Aún más, la Tierra tiene hoy en día un intenso campo magnético que ayuda a evitar que la mayor parte de la energía solar alcance la Tierra, aunque pueden producirse tormentas geomagnéticas en forma de auroras. Pero la Tierra joven tenía un campo magnético mucho más débil. «Nuestros cálculos muestran que podrías haber visto de manera regular auroras tan al sur como Carolina del Sur», comenta Airapetian. «Y cuando las partículas de las tormentas solares viajaban descendiendo por las líneas del campo magnético, habrían chocado contra muchas moléculas de nitrógeno en la atmósfera. Cambiar la química de la atmósfera resulta que fue imprescindible para la vida en la Tierra».