Un nuevo test para buscar vida en otros planetas
30/1/2017 de JPL / Analytical Chemistry
El Lago Mono (California), con pilares de sal conocidos como «tufas». Investigadores del JPL prueban aquí métodos nuevos para detectar signos químicos de vida en aguas saladas donde, pensando que se trata agua análoga a la que pueda encontrarse en Marte, Encélado o Europa. Crédito: Mono County Tourism.
Un sencillo método químico podría mejorar enormemente el modo en que los científicos buscan signos de vida en otros planetas. El test utiliza una técnica basada en el uso de líquidos, conocida como electroforesis capilar, para descomponer una mezcla de moléculas orgánicas en sus componentes. Inicialmente fue diseñada específicamente para buscar aminoácidos, los componentes básicos de toda la vida en la Tierra. El método es 10 000 veces más sensible que los métodos actualmente utilizados en misiones de NASA como el róver Curiosity.
Una de las ventajas clave del nuevo modo de emplear la electroforesis capilar es que el proceso es relativamente sencillo y fácil de automatizar para muestras líquidas que se espera conseguir en misiones a mundos océano. Consiste en combinar una muestra líquida con un reactivo líquido, para proceder después con un análisis químico bajo condiciones determinadas por los científicos. Haciendo brillar un láser a través de la mezcla (un proceso conocido como detección de fluorescencia inducida por láser), pueden observarse moléculas específicas desplazándose a velocidades diferentes que quedan separadas en función de la rapidez con que responden a los campos eléctricos.
Los investigadores utilizaron la técnica para analizar aminoácidos presentes en las aguas ricas en sal del Lago Mono de California. El contenido de alcalinidad excepcionalmente alta del lago lo convierten un hábitat difícil para la vida, siendo una excelente copia de las aguas saladas que se cree que existen en Marte o en mundos océano como Encélado (luna de Saturno) y Europa (luna de Júpiter).
Los investigadores pudieron analizar simultáneamente 17 aminoácidos diferentes,, elegidos por ser los más comunes en la Tierra y en otros lugares. «Utilizando nuestro método fuimos capaces de distinguir entre aminoácidos que proceden de fuentes no vivas como los meteoritos frente a aminoácidos que provienen de organismos vivos», explica el investigador principal del proyecto, Peter Willis (JPL).