Sondeando las profundidades de una estrella agonizante
7/3/2018 de University of Arizona / Nature
Todo empezó con datos de la nave espacial Kepler de NASA que revelaron que una enana blanca llamada KIC 08626021, el cadáver de una estrella no muy diferente al Sol, estaba pulsando. Esto en sí mismo no era inusual. En varios momentos mientras se enfría, una enana blanca se hace inestable y pulsa en varias frecuencias diferentes simultáneamente. Estas vibraciones profundas son clave para desvelar el interior del cadáver estelar. La estratificación química interna de la enana blanca crea una señal única en la modulación de la luz que procede de la estrella que, una vez descifrada, permite a los científicos realizar una cartografía de su estructura interna.
Pero en el caso de KIC 08626021 algo no cuadraba. Las pulsaciones observadas por Kepler en esta estrella eran demasiado rápidas para el tipo de enana blanca que se pensaba inicialmente que era, en base a los modelos que los astrónomos suelen utilizar para investigar estas estrellas.
«Un espectro de luz tomado con el telescopio William Herschel en La Palma (Islas Canarias) sugería que su atmósfera contenía solo helio y no hidrógeno», explica Elisabeth Green (Observatorio Steward). «Esto era un problema porque una enana blanca de ese tipo debería de tener una temperatura más fría y, por tanto, oscilaciones más lentas de lo que observó Kepler».
Green entonces decidió observar la estrella con el telescopio Bok del Observatorio Steward, lo que permitió clasificar de modo correcto la estrella. Su espectro ha sido el primero en demostrar de manera convincente que la atmósfera de la enana blanca no está compuesta por entero de helio, sino que contiene trazas significativas de hidrógeno también. «Debido a que el hidrógeno tiene un gran efecto sobre la opacidad de la atmósfera, una composición atmosférica ligeramente diferente resultó en una temperatura efectiva calculada mayor para la estrella, coherente con sus pulsaciones relativamente rápidas», explica Green.