Nuevas evidencias de columnas de agua en la luna joviana Europa
13/5/2020 de ESA / Geophysical Research Letters
Europa, una de las cuatro lunas de Júpiter, es un mundo fascinante. Su superficie parece surcada de cicatrices rojizas que se entrecruzan formando una red zigzagueante. Se cree que la capa de hielo de agua horadada por estas marcas alcanza varios kilómetros de espesor y que cubre un vasto océano potencialmente habitable en su subsuelo.
Las “cicatrices” que podemos ver en esta imagen de Europa, capturada por la sonda Galileo de la NASA, son una serie de grietas alargadas abiertas en su superficie helada. Se cree que se producen porque Júpiter ejerce sobre Europa una atracción que acaba quebrando su hielo. Los colores visibles en la superficie del satélite joviano son representativos de la composición superficial y el tamaño de los cristales de hielo: las zonas rojizas, por ejemplo, contienen mayor proporción de componentes distintos del hielo, mientras que en las zonas blancoazuladas este es relativamente puro.
Los científicos están deseosos de explorar lo que hay bajo el grueso manto de hielo de Europa, algo que pueden hacer de manera indirecta buscando pruebas de la actividad procedente del subsuelo. Esto es precisamente lo que hace un nuevo estudio liderado por el becario de investigación de la ESA Hans Huybrighs y publicado en Geophysical Research Letters. A partir de anteriores estudios del campo magnético realizados con Galileo, este emplea una simulación para tratar de comprender por qué se registraron menos protones (partículas subatómicas con carga positiva) en rápido movimiento de lo que se esperaba en las inmediaciones de Europa durante uno de los sobrevuelos de la sonda Galileo.
Al principio los investigadores creyeron que se debía a que Europa oscurecía el detector y le impedía medir estas partículas cargadas, abundantes en condiciones normales. En cambio, Hans y sus colaboradores vieron que parte de este descenso en el número de protones se debía a una columna de vapor de agua expulsada hacia el espacio. Esta perturbaba la delgada y tenue atmósfera de Europa y los campos magnéticos de la región, alterando el comportamiento y la prevalencia de los protones en la zona.
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