ALMA capta unos impresionantes fuegos artificiales estelares
10/4/2017 de ESO / The Astrophysical Journal
A menudo, las explosiones estelares se relacionan con supernovas, la espectacular muerte de algunas estrellas. Pero nuevas observaciones llevadas a cabo con ALMA han proporcionado información sobre explosiones que tienen lugar en el otro extremo del ciclo de la vida estelar: el nacimiento de la estrella. Los astrónomos han captado impresionantes imágenes mientras exploraban los restos del nacimiento de un grupo de estrellas masivas, parecidos a fuegos artificiales, demostrando que la formación de estrellas también puede ser un proceso violento y explosivo.
A 1.350 años luz de distancia, en la constelación de Orión (el cazador), hay una densa y activa fábrica de formación de estrellas llamada Nube Molecular de Orión 1 (OMC 1, por sus siglas en inglés) que forma parte de la conocida nebulosa de Orión. Las estrellas nacen cuando una nube de gas, cientos de veces más masiva que nuestro Sol, comienza a colapsar bajo su propia gravedad. En las regiones más densas, las protoestrellas se encienden y comienzan a amontonarse sin control. Con el tiempo, algunas estrellas comienzan a caer hacia un centro común de gravedad, dominado generalmente por una protoestrella particularmente grande. Si antes de que puedan escapar de su vivero estelar, algunas estrellas se acercan mucho entre sí, pueden tener lugar violentas interacciones.
Hace unos 100.000 años, varias protoestrellas comenzaron a formarse en las profundidades de OMC-1. La gravedad comenzó a atraerlas entre sí a una velocidad cada vez mayor, hasta que, hace 500 años, dos de ellas acabaron chocando. Los astrónomos no están seguros de si simplemente se rozaron o chocaron de frente pero, sea como fuere, la potente erupción que se desencadenó hizo que tanto las protoestrellas cercanas como cientos de colosales chorros de gas y polvo, en forma de serpentinas, salieran despedidos hacia el espacio interestelar a más de 150 kilómetros por segundo. Esta interacción cataclísmica liberó tanta energía como la que emitiría el Sol en 10 millones de años.
Quinientos años más tarde, un equipo de astrónomos liderado por John Bally (Universidad de Colorado, EE.UU.) ha utilizado el conjunto de antenas ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) para mirar dentro del corazón de esta nube. En su interior vieron los escombros arrojados hacia fuera desde el explosivo lugar de nacimiento de este grupo de estrellas masivas, una versión cósmica de fuegos artificiales con serpentinas gigantes que salían disparadas en todas direcciones.