Llamarada de récord de un agujero negro en una lejana galaxia
13/7/2015 de NASA
3C 279 se convirtió por unos días en una fuente de rayos gamma más intensa que el púlsar de Vela, normalmente el objeto más brillante del cielo en rayos gamma. Crédito: NASA/DOE/Fermi LAT Collaboration.
Hace cinco mil millones de años una gran perturbación agitó una región cercana al monstruoso agujero negro del centro de la galaxia 3C 279. El 14 de junio el pulso de luz de alta energía producido por este episodio alcanzó finalmente la Tierra, disparando los detectores a bordo del telescopio espacial de rayos gamma Fermi de NASA y otros satélites. Los astrónomos de todo el mundo dirigieron sus instrumentos hacia la galaxia para observar con mayor detalle esta breve llamarada de récord.
3C 279 es un famoso blazar, una galaxia cuya actividad de alta energía está alimentada por un agujero negro central supermasivo que pesa hasta mil millones de veces la masa del Sol y tiene aproximadamente el tamaño de nuestro sistema planetario. Cuando la materia se precipita hacia el agujero negro, algunas partículas se alejan a casi la velocidad de la luz formando una pareja de chorros que apuntan en direcciones opuestas. Lo que hace que el blazar sea tan brillante es que uno de esos choros de partículas casualmente está dirigido casi directamente hacia nosotros.
La fuente más persistente de rayos gamma del cielo es el púlsar de Vela, que se encuentra a unos 1000 años-luz de distancia. 3C 279 está millones de veces más lejos, pero durante esta explosión se convirtió en cuatro veces más brillante que Vela. Esto se corresponde con una enorme emisión de energía, una que no puede mantenerse durante mucho tiempo. La galaxia se había debilitado alcanzando los niveles normales de rayos gamma el 18 de junio.
El rápido debilitamiento es la razón por la cual los astrónomos se apresuraron a tomar datos tan pronto como detectaron la llamarada del blazar. «Nuestra prioridad es realizar las observaciones mientras el objeto todavía es brillante», afirma Masaaki Hayashida, miembro del equipo de Fermi de la Universidad de Tokio. «Una vez ha finalizado, podemos empezar a intentar comprender los mecanismos que lo producen».